miércoles, 10 de febrero de 2010

PARA MUESTRA UN BOTÓN



Cerramos el año pasado con una postilla al eterno debate del arquitecto respecto a su papel y su imagen en la sociedad. El domingo pasado, la contraportada de EL PAÍS nos brinda un claro ejemplo de todo esto.

Karmentxu Marín, firma cordial entrevista a la siempre radiante Benedetta Tagliabue en el Círculo de Bellas Artes de Madrid. Es importante aclarar el marco en el que se produce esta conversación, ya que algunas de la preguntas son muy esclarecedoras de la percepción del arquitecto en la sociedad. De un lado, una reputada profesional del mundo del periodismo a la que se le presuponen cierto nivel e inquietudes culturales y de otro una arquitecto de reconocido prestigio a nivel internacional. Conociendo la efusividad y la energía de nuestra colega, es lógico pensar que la entrevista se desarrolla en un ambiente cordial y alegre (la foto de cabecera parece un claro reflejo de ello).

Los arquitectos, como profesionales y como colectivo, tendemos a lamentarnos de la falta de reconocimiento en la sociedad y en contadas ocasiones hacemos algo para remediarlo (esta reflexión trata de animar a un cambio de actitud).

Para generaciones y generaciones de arquitectos, su vinculación con la sociedad se ha mantenido en una cómoda distancia para unos profesionales que formaban parte de una élite cultural y profesional. A la larga, este distanciamiento se ha traducido en una total exclusión de la profesión respecto a la cultura en la que vivimos, entendiedo “cultura” en su más amplio concepto.

Los arquitectos que se dedican a las grandes obras de relevancia internacional, han heredado esa posición distante que ocupan los máximos exponentes de las vanguardias artísticas y culturales de cualquier disciplina. Sin embargo, el resto, ese… ¿95%?, desarrollamos un trabajo comprometido, con un nivel de dedicación altísimo, y nos movemos en un contexto cultural en el que la sociedad ni comprede ni le interesa el proceso por el que se genera los espacios y edificios donde se desarrolla el 99,99% de sus vidas. No podemos buscar culpables en el sistema educativo, los medios, o las administraciones. La situación actual es fruto de nuestro posicionamiento en la sociendad durante años y somos los únicos que podemos remediarlo (si es que nos interesa).

En la entrevista, de la que se intuye un ambiente distendido, se hacen unas preguntas en tono jocoso entre las carcajadas de nuestra compañera… pero ya se sabe que todas las bromas se apoyan en un punto de verdad (que en este caso es la opinión del que pregunta) ya que sino no tienen ni pizca de gracia. Las preguntas (que no las hace precisamente un analfabeto), dibujan claramente la imagen mental que el entrevistador tiene del arquitecto del siglo XXI:
“¿a sus hijos les dará por la arquitectura o quieren hacer algo serio?”; “se dice que los arquitectos tienen un ego que se lo pisan”; “se gana poco…¿no le han dicho que hay que venir ya llorada de casa?”; “¿la arquitectura es lo único que le divierte?”; “[…] Me gusta mucho hacer tonterias.-¿Cómo hacer pabellones para la Expo” (en referencia al Pabellón de España para la Expo de Shangai). Es decir, somos unos egocéntricos que nos dedicamos a esto por vocación-capricho sin darle mucha mas importancia a nuestra profesión, más allá del reconocimiento social, y que no paramos de quejarnos injustificadamente de la escasa remuneración que recibimos.
Debemos conseguir que la arquitectura salga a las calles y entre en casas, quioscos y bares. No me refiero a que vías, edificios e instalaciones respondan a un meritorio ejercicio de la profesión sino que la gente sea capaz de aprehender nuestro trabajo y los beneficios directos que suponen para su vida cotidiana, que le pueda interesar una publicación de nuestro sector, que sea capaz de identificar bondades en un edificio más allá de los metros cuadrados y número de dormitorios,… tenemos que conseguir que los escasos eventos de difusión o discusión sobre arquitectura dejen de ser una consecución de encuentros endogámicos, tenemos que conseguir que la sociedad exija tanto al sector público como al privado que no renuncie a la calidad que la arquitectura puede aportar a las construcciones que llevan a cabo.
La distancia a la que se situan estos objetivos desde la situación actual no debe desanimarnos. No estamos tan lejos (ni en el tiempo ni en el espacio) de sociedades en las que una apeadero de autobús no sea fruto de la improvisación, que un edificio de viviendas no sea como otro cualquiera, en la que los equipamientos sean dignos de admiración,… Es más, en nuestra propia España ¿Quién renuncia a los valores de diseño de su mobiliario desde que fue a IKEA por primera vez?
Si en otros paises o en otras disciplinas lo han conseguido ¿no lo vamos a conseguir los arquitectos? Nosotros estamos en ello, desde el propio ejercicio de la profesión a la participación en este tipo de medios y en breve con un programa de actividades culturales… ¿contamos contigo?
Agradecemos a la señora Marín la oporutindad que ha supuesto esta entrevista (como vía de escape de una reflexión enquistada) y a nuestra compañera la monumental faena con la muleta, por el pitón izquierdo.